Robos en museos

Erik el Rojo, autor de más de seiscientos robos de obras de arte por toda Europa, acaba de publicar su biografía: Por amor al arte, donde da detalles de cómo planificó y ejecutó los robos (se calla de momento los que perpetró en España porque hoy vive en Andalucía), sin demostrar el más mínimo arrepentimiento, pues para él no se trata más de que de un placer. Y es que robar en un museo nos sigue pareciendo un estupendo argumento para un largometraje de acción: actores guaperas, un plan ingenioso propio de Moriarti, algo de humor… Sin embargo, la realidad, como casi siempre, es más sorprendente que la ficción, aunque tenga menos glamour y el ladrón de guante blanco no se parezca a George Clooney , y si no mirad este resumen de algunos «trabajitos» de los últimos tiempos que nos demuestra que el arte y las antigüedades son un excelente reclamo para los más ingeniosos y audaces amigos de lo ajeno, especialmente gracias a la proverbial demanda de este tipo de géneros en el mercado negro.

El 5 de enero de 2013, unos rateros accedieron al Kunstmuseene de Bergen (Noruega) y, sin muchas artes de guante blanco se llevaron  veinticinco valiosas obras de arte chino. Curiosamente, dos años antes, el museo había sufrido un robo muy parecido. También el Museo de Olimpia (Olimpia, Grecia) ha sufrido robos recientemente, como el perpetrado en febrero de 2012, cuando dos encapuchados armados con fusiles Kalashnikov accedieron al museo, neutralizan las alarmas y tras maniatar a una silla y amordazar a la única vigilante nocturna (otro estaba en el hospital y el tercero llegó cinco minutos tarde a trabajar), le preguntaron por las piezas de oro. En ese museo no se exhibían ese tipo de piezas, así que lo cacos rompieron algunas vitrinas y consiguieron llevarse estatuillas de bronce, varias piezas cerámicas y un anillo de oro. En total unas 70 piezas de la Grecia Antigua.

Otro robo, quizás el de mayor impacto reciente, sucedió en octubre de 2012. La víctima en esta ocasión fue el Museo Kunsthal de Rotterdam (Países Bajos). En plena madrugada y requiriendo apenas unos minutos, los ladrones se llevaron siete cuadros de una exposición temporal que conmemoraba -mostrando por vez primera parte de la colección privada de la Fundación Tritón- los veinte años del museo. Cuando sonaron las alarmas los vigilantes llamaron inmediatamente a la policía, sin embargo a su llegada los ladrones ya no estaban. Las obras podrían alcanzar en el mercado negro los 100 millones de euros: Cabeza de Arlequín de Pablo Picasso, Lectora en blanco y negro de Matisse, El puente Charing Cross de Londres y El puente de Waterloo de Monet, Mujer delante de una ventana abierta de Gauguin, Autorretrato  de Meyer de Hann y Mujer con los ojos cerrados  de Lucian Freud. Tres meses después, se detuvo a tres individuos de nacionalidad rumana como artífices del robo, y en marzo a una joven de 19 años como cómplice, sin embargo las obras no han sido halladas aún. Los últimos datos que se tienen de ellas es que estuvieron temporalmente en el sureste de Rumanía, en casa de la tía de uno de los detenidos, de donde fueron trasladadas por terceras personas. La buena documentación de las obras robadas dificultan su venta ya que «nadie querrá tener que ver con algo así jamás» según algunos expertos, por lo que es probable que, según la policía, las obras permanezcan ocultas durante años o bien se llegue a solicitar un rescate por ellas.

Otras veces, el objetivo de los ladrones es algo más prosaico, aparentemente, que el arte, como fue el caso de los tres individuos enmascarados que accedieron en abril de 2013 al almacén que el Museo Nacional de Irlanda tiene en Swords en plena noche y, tras maniatar al guarda, se llevaron, ni más ni menos, que cuatro cabezas de rinoceronte. Los animales habían sido abatidos en África hace más de un siglo en Kenia y Sudán. En este caso, lo realmente valioso son los ocho cuernos de los animales que en el mercado negro -especialmente en el campo de la medicina tradicional oriental- pueden alcanzar los 500.000€. Las cabezas habían sido retiradas de la exposición permanente, precisamente, por un aluvión de robos similares en otros museos.

También, en diciembre de 2012, el Museo Oriental de Valladolid (España) sufrió un robo. En este caso el ladrón, que debía tener bastante estudiado el sistema de seguridad, se coló por una puerta de emergencia y se llevó dos esculturas de bronce, un traje de seda y oro y cuatro sellos de jade. Las primeras pesquisas interpretaban que, según las características del proceso, se trató de un robo por encargo. Y del Museo de la República de Río de Janeiro (Brasil) alguien se llevó recientemente, ante la deficiente vigilancia del edificio, y a plena luz del día un bolígrafo de oro y diamantes que perteneció a Afonso Pena, presidente de Brasil entre 1902 y 1906.

Otras veces los robos adquieren tintes cómicos, como el caso de un joven francés de veinte años que intentó, en abril de este año, robar armado con una motosierra unos colmillos de un cráneo elefante del Museo de Historia Natural de París. El cráneo era lo que quedaba del elefante que el rey de Portugal regaló al mismísimo Luis XIV en 1668. El tipo, que había conseguido entrar en el museo de madrugada, fue detenido debido al sutil ruido que producía su instrumento de trabajo. La pieza sufrió, evidentemente, una seria degradación. En este caso, mucho me temo, el protagonista de la película no podría ser otro que Jim Carrey.

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