Welcome to Tijuana. Uno de los muchos iconos de la ciudad mexicana de Tijuana, ciudad fronteriza donde las haya, de nombre tan evocador, son los fotógrafos de la avenida de la Revolución. Ningún turista ha podido evitar en los últimos cien años hacerse una foto en una de las carretas adornada con típicos motivos mexicanos y tirada, atención, por auténticos burros cebra.
Uni2, un grupo de defensores de esta tradicional actividad que cada vez cuenta con menos burreros -unos ocho en la actualidad- ha impulsado una iniciativa colectiva para intentar lograr que los burros cebra sean reconocidos como Patrimonio Cultural Inmaterial de Baja California. Y están a punto de lograrlo.
Este oficio nació en 1914 con la oferta a los turistas de la posibilidad de hacerse una fotografía en una de esas carretas tiradas por un burrito blanco y rodeado de iconos mexicanos. Es precisamente del 24 de agosto de ese año la primera fotografía conservada de un turista. Pasó el tiempo, y estos burreros metidos a fotógrafos habían de luchar contra los inconvenientes de las limitaciones de las cámaras de fotos, contra lo complejo del revelado y contra la siempre difícil exposición de la luz, que consecuentemente ocasionaba que, en los días de mucho sol, los burros blancos saliesen en las imágenes poco definidos, demasiado difusos, prácticamente eran invisibles. Allá por 1939, un burrero probó a intentar paliar el problema pintando al burro algunas rayas que hicieran, al cabo, más visible la figura del animal y mejorar así la foto-recuerdo. El éxito de la ocurrencia fue tal que pronto fue imitada por todos los burreros, de modo que a los burros, fueran grises, marrones o blancos, desde ese momento se les pintaron rayas como si de cebras se tratasen, dando origen así a uno de los símbolos culturales de la ciudad.
Roberto Lango, coordinador de la iniciativa para proteger esta actividad económica declaró que el objetivo es «preservar las tradiciones que tenemos; queremos dignificar la vida de los fotógrafos, queremos que el animalito tenga mejor calidad de vida, que el modelo de negocio tenga una reingenería. Creemos que el burrocebra puede ser un interventor para contar las historias de la ciudad. El burrito es el testigo mudo de la historia de Tijuana». Y es que es precisamente la precaria situación laboral de los burreros una de las cuestiones que más preocupan a este colectivo. Los burreros carecen de prestaciones sociales y de servicios médicos, por lo que no les queda otra que acudir a la avenida de la Revolución, a pesar de que la gran mayoría superan los 65 años, y de que hay quien no está de acuerdo con que se usen burros para tales actividades.