El mercado editorial se parece cada vez más al mercado discográfico. Grupos excelentes tocando para cincuenta personas en un sótano de mala muerte mientras el estadio lo llena un mamarracho con autotune. Cambia las guitarras por manuscritos y el volumen por campañas de marketing, y el resultado es el mismo: el talento no garantiza taquilla.
Como escritor de novela histórica (sí, de los que investigan, escriben con oficio y hasta revisan las pruebas sin que se les caigan los anillos), lo veo con una mezcla de resignación y sorna. Hay novelas buenas que se pierden en la marea, igual que hay bandas brillantes que no pasan del segundo EP. Y no porque el público sea tonto —que no lo es, no siempre—, sino porque el mercado necesita simplificar: caras conocidas, tramas previsibles, libros bien gorditos, y, sobre todo, mucho brillo en la portada.
Y claro, ahí estamos unos cuantos que nos empeñamos en hacer ficción histórica sin clichés, con documentación seria, sin disfrazar personajes del siglo XVIII con mentalidad de influencer. Algunos incluso tenemos el agravante de ser escritores de Valladolid, lo cual no suele abrir muchas puertas en las editoriales de moda, salvo que uno venga con un padrino o una legión de entregados seguidores en redes sociales. Ni lo uno, ni lo otro.
¿Y qué hacemos entonces? Pues lo de siempre: escribir. Con la secreta esperanza de que algún lector decida mirar más allá de la mesa de novedades. Que escuche ese pequeño concierto en lugar del macrofestival. Porque sí, es posible que el mejor libro que leas este año no lo recomiende ningún algoritmo. Puede que lo haya publicado una editorial independiente. Puede que lo haya escrito alguien que todavía no ha dado entrevistas en Babelia.
No tengo nada en contra del mercado editorial. De hecho, me encantaría publicar algún día con Alfaguara, Edhasa y esas editoriales que saben cuidar la novela histórica. Pero mientras tanto, seguiré a lo mío: contar historias con sinceridad.
Así que la próxima vez que entres en una librería mira más allá de las novedades. Busca entre los estantes laterales. Lee una página al azar de ese autor que no conoces.
Quizá no llene estadios. Pero a lo mejor, esa noche, toca para ti.