«—Es, en cualquier caso, una labor encomiable la que va a desarrollar don Joaquín en América, aunque dudo de que encuentre en aquellas selvas una orquídea más bella que la que deja en España.
María sonrió y agradeció mi cursilería desplegando sobre su boca el abanico. Me sentí completamente aturdido.
—Ilustrísimos señores, he de dejarles —logré decir, por fin, apresuradamente—, la comedia va a dar comienzo. Deseo que la obra sea de su interés.
Pero no, la comedia no fue del interés de don Juan ni de nadie en todo el teatro. Fue el mayor fracaso que se recordaba desde hacía muchos años.»
Fragmento de El infante de la Sonrisa Triste.