Estoy abrumado por la buena acogida y por las muestras de cariño de muchos lectores. Apenas lleva la novela unos días a la venta y el interés es enorme. No sé si será exceso de aprecio, pero algunas buenas críticas que me habéis hecho llegar son, a mi escaso entender, exageradas. Me quedo con lo principal: la novela interesa a un abanico diverso de lectores.
Conocí la triste historia del infante hace más de quince años, en el transcurso de un proyecto en el valle del Tiétar en el que trabajaba. El azar hizo que me diese de morros con el palacio que el infante Luis Antonio de Borbón hizo construir en Arenas de San Pedro, y, aunque inconcluso, me asombró. Qué pinta este edificio neoclásico aquí, me pregunté. Tirando del hilo empecé a interesarme en el tema, y ya entonces abrigué la esperanza de escribir una novela sobre aquello. La vida te lleva y te trae, y no fue posible ponerme a ello hasta hace unos años. El resultado es que ahora podéis contemplar. Algunos documentos que consulté, y que no puedo comentar para no caer en el spoiler, me hicieron ver con claridad el nudo y el desenlace. Sólo restaba crear un personaje y una trama creible en torno a él.
Y es que siempre me ha interesado la novela histórica, pero, literariamente, mucho más el juego de la ficción, así que esta novela se escapa un tanto de los cánones de la novela histórica para adentrarse en formatos muy cercanos a las novelas de aventuras clásica. Dos cosas me resultaban esenciales a la hora de plantear la trama: que los datos históricos fuesen precisos y que el personaje de Santos, el protagonista completamente ficticio, no interviniese en el desenlace de lo que realmente sucedió en aquella corte ilustrada a los pies de Gredos. En Big bang teory , sitcom que sigo con especial deleite, hablaban en un episodio de que si Indiana Jones no hubiese participado de la trama de El arca perdida, el resultado hubiera sido el mismo: los nazis hubieran encontrado el arca y hubieran muerto igualmente al abrirla. Me hizo gracia la intepretación, y me di cuenta de que era exactamente lo que yo mismo había pretendido desde el comienzo. Nada de lo que hagan a lo largo de las páginas Santos o cualquiera de los personajes inventados influyen en realidad en el desenlace de la misma. La Historia estaba escrita, el infante, los personajes de su corte, el palacio, las relaciones con Carlos III…. y, como historiador, no me parecía ético toquetearla sin sentido.
Por eso, una de las claves de la novela es que está basada con escrupuloso rigor en unos acontecimientos históricos concretos (esto tiene de novela histórica), pero existe un cuerpo de personajes alrededor de ellos que tienen su propia historia personal (y esto es novela de aventuras). Esto no es nuevo, claro, solo tiene casi doscientos años, ya lo hizo Scott al crear el universo de Ivanhoe, un modelo que se desarrolló enormemente después con obras como Los tres mosqueteros de Dumas y toda la novela histórica del siglo XIX. Lo único que me diferencia de muchos de ellos es el rigor histórico. En lo esencial, es prácticamente lo mismo: literatura ambientada en tiempos pasados como ejercicio de evasión.