Una de las principales claves de la novela es que los personajes son humanos, como nosotros, con preocupaciones parecidas a las nuestras, con relaciones personales en las que unos pocos gobernaban sobre muchos, como ahora, que se enamoraban de quien no debían… En la novela, al menos esa ha sido mi intención, todo lo que sucede tiene un gusto cotidiano, son situaciones extraordinarias para sus protagonistas, pero las viven con naturalidad. Ninguno de ellos se sube a una montaña a clamar a los dioses ante sus desgracias ni aparecen victoriosos como héroes clásicos, más bien todo lo contrario: a lo largo de sus aventuras tienen hambre, se cansan, están sucios y, como todos nosotros, son incoherentes. Veréis, si os animáis a leer la novela, que sus personajes, como todos nosotros, no son ni buenos ni malos, son simplemente humanos. Los hay aparentemente buenos a los que las circunstancias les obligan a cometer atrocidades, y los hay malos -malísimos- que en realidad tienen una concepción diferente del mundo que puede tener sus ventajas para la comunidad. Juzgar esos actos y sus consecuencias es un ejercicio que dejo para el lector, he deseado voluntariamente no ofrecer juicios de valor en ese sentido, porque no me gusta moralizar ni que me moralicen.