El 1 de junio de 2017 hicimos la presentación oficial de El infante de la sonrisa triste en uno de los santuarios de las letras de Valladolid, la librería Maxtor. Muy bien acompañado por David Hernández en representación de Glyphos y de un buen número de lectores, el acto en sí fue bien. La falta de tiempo me impidió planear mínimamente la intervención, así que decidí que la improvisación en estos casos podía funcionar bastante bien. Y es que desde que mi amiga Noemí Solís, con la que compartí tardes de presentaciones cuando estábamos con Por el honor de los vacceos, me aconsejó que no llevase ningún papel encima cuando fuese a actos de este tipo, eso es precisamente lo que hago. A veces va mejor que otras, claro, pero se gana en frescura.

Fue una presentación fuera de lo común según me comentaban los amigos de la librería respecto a las presentaciones que suelen organizar, pero salí contento, y los asistentes, me gusta pensar, también disfrutaron. Al menos les debí de animar a querer leer la novela, porque (algo también poco común) se agotó el stock de ejemplares que tenían.

Un escalón más…

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