Existe en el pueblo de Chateau-Verdun, en los Pirineos franceses, un palacete neoclásico diseñado nada más y nada menos que por Ange-Jacques Gabriel, quien fuera primer arquitecto de Luis XV y autor del primoroso Le Petit Trianon de Versalles.
El chateau de Gudanes se construyó entre 1741 y 1750 cerca del solar ocupado por una vieja y ruinosa fortaleza del siglo XIII ―de la que aún quedan algunos restos dispersos―bajo el auspicio del marqués de Gudanes, Louis Gaspard de Sales, de tal influencia política que se le llamaba el Rey de los Pirineos. Este noble había amasado una gran fortuna gracias a sus actividades comerciales y en especial a la explotación del hierro y a su procesado en seis forjas de su posesión, y vivía con exuberante esplendor en el palacete, donde gustaba de recibir a amigos como el escritor protestante Laurent Angliviel de la Beaumelle, enemigo acérrimo de Voltaire; el matemático y geógrafo Charles Marie de La Condamine a quien se debe el descubrimiento del caucho o el establecimiento de los principios del sistema métrico decimal; el conde de Buffon, naturalista, matemático y escritor; Diderot, cabeza más visible de la Enciclopedia; Montesquieu, el ensayista a quien debemos la separación de poderes en los estados; o el mismo Voltaire, de que se rumoreaba que buscaba en la casa del marqués las mejores fiestas.
Alrededor de 1783, tras la muerte de su única hija, María Teresa Josefa, el marqués cedió todos sus bienes, chateau incluido, a su yerno, Louis Guillaume de Mengaud, barón de Lahage y président à mortier del Parlamento de Toulouse, uno de los más elevados cargos de las instituciones de Justicia, y, claro, con ese currículo, fue uno de los primeros encarcelados con el estallido de la Revolución. Murió antes de ser juzgado, pero sus bienes fueron confiscados y años después vendidos, ocasión que aprovechó Pierre Astrié, un nuevo burgués enriquecido con la revolución misma, para hacerse con su propiedad. Con el restablecimiento de la monarquía a partir de 1815, muchos de la nueva clase media fueron ennoblecidos, y en 1824 el apellido Astrié se convirtió en d’Gudanes. En esos días, Jérome-Stanislas, hijo de Pierre, vivía en el Chateau de Gudanes.
Pero la fortuna del palacete al sortear con gracia el trance de la Revolución y superarla de una de una pieza, se truncó en 1830, cuando las clases populares se levantaron en la llamada guerra de las Demoiselles ―porque algunos insurrectos iban disfrazados de mujeres― exigiendo el derecho a participar libremente de los recursos forestales (leña, carbón, pastos…). En ese contexto, el chateau, propiedad y símbolo mismo de la clase terrateniente, fue saqueado.
El palacete sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, aún en manos de la familia Astrié, y en los años sesenta del siglo XX funcionó como vivienda de campamentos infantiles estivales. Después llegó un proyecto para reconvertirlo en apartamentos de lujo, pero la clasificación como Monumento Histórico en 1994 impidió su desarrollo, abriéndose un largo periodo de disputas entre el Estado y los propietarios que solo devino en la grave ruina del edificio.
Y así, llegamos a la actualidad, cuando en 2013 una familia australiana adquirió la propiedad del chateau e inició un ambicioso proyecto de recuperación del edificio. Los nuevos propietarios tienen abierta una web donde van contando sus progresos y cuáles son las ideas que tienen para este asombroso palacete. Tienen un duro trabajo por delante, pero me da la impresión de que el resultado va a ser espectacular.
Estas son algunas imágenes del palacete, tomadas todas ellas de la página web del proyecto.