Entre 1563 y 1570 tuvo lugar la que se denominó Guerra nórdica de los Siete Años que enfrentó al reino de Suecia contra el reino de Dinamarca y Noruega y la Mancomunidad de Polonia y Lituania. En una cruenta batalla naval, fue hundido uno de los mayores navíos de la época, el Mars. Hoy, arqueólogos analizan el pecio recurriendo a asombrosas técnicas documentales y analísticas.
En 1561, el rey sueco Eric XIV recibió su flamante buque insignia, el mayor navío que entonces surcaba el mar Báltico. El Mars, bautizado así en honor del clásico dios guerrero, y conocido también como Makalös (incomparable, asombroso), tenía setenta metros de eslora, pesaba unas mil ochocientas toneladas, disponía de una capacidad de carga de setecientas toneladas, estaba dotado de ciento siete cañones y tenía una tripulación de 350 marineros y 450 soldados, lo que le convertía en uno de los más impresionantes navíos de toda Europa.
En aquellos años la cosa estaba revuelta en el Báltico y las causas del malestar venían de mucho tiempo atrás. Desde 1397 existía una suerte de estado nórdico llamado la Unión de Kalmar que aglutinaba a las tres principales monarquías de la región, Noruega, Suecia y Dinamarca, bajo un mismo soberano, un inmenso territorio de tres millones de kilómetros cuadrados que incluía otros territorios dependientes como Groenlandia, Islandia, las Feroe y Finlandia. Lo que ocurría era que aquella unión nunca fue del gusto de los suecos, quienes recelaban de la preponderancia danesa dentro de la confederación, y, tras varias sangrientas revueltas durante los siglos XV y XVI, Suecia abandonó definitivamente la unión tras la que se llamó la Guerra Sueca de Liberación (1521-1523).
Pero el rey sueco, Gustav Vasa, no tenía las cosas fáciles. El dominio de Dinamarca en el Báltico era aplastante, lo que no facilitaba las cosas a la joven monarquía. Vasa tuvo entonces una idea sorprendente: recurriendo a una antigua prerrogativa real que permitía realizar levas cuando fuera necesario, logró crear el primer ejército regular permanente de Europa. Una tensa calma dominó los treinta años siguientes, pero con la llegada al trono de Eric XIV de Suecia y Federico II de Dinamarca, ambos, jóvenes y ambiciosos, la situación empeoró: el primero quería acabar con la preponderancia danesa, el segundo, rearmar la Unión de Kalmar. El malestar fue en aumento a una velocidad alarmante y, en un complejo escenario estratégico que atañía a todos los territorios del Báltico, la guerra, por fin, estalló. Era mayo de 1563.
De un lado, Suecia (y su territorio dependiente de Finlandia), de otro, Dinamarca, Noruega, Islandia, la germana ciudad libre de Lübeck y la Mancomunidad de Lituania y Polonia (o República de las Dos Naciones, que apostaba por llegar a controlar todo el comercio de la región). La guerra no fue propicia para Suecia en el comienzo, si bien aguantó con tenacidad, y, por fin, el 30 de mayo de 1564 tuvo lugar una terrible batalla entre ambos bandos cerca de la isla de Öland, la primera batalla, de hecho, en la que participó el gigantesco buque insignia sueco Mars.
Las dos flotas, compuestas por entre 25 y 35 naves, se encontraron de una manera dispersa al norte de la isla y durante la primera jornada solo participaron en el enfrentamiento los dos buques insignias, el Mars sueco y el Fortuna danés, y su cuatro naves escolta. Los suecos lograron rechazar el ataque y solo se perdió un barco alemá. A la mañana siguiente, la situación era parecida: las flotas seguían dispersas, y el almirante danés decidió arriesgadamente volver a atacar con el Fortuna y dos barcos más al Mars, que se encontraba protegido por otros tres navíos. El ataque parecía vano, pero un repentino cambio en el viento impidió que acudiesen a proteger al Mars otros barcos suecos, al tiempo que se unían al ataque algunos barcos de la ciudad alemana de Lübeck. El Fortuna fue rechazado con graves daños, pero tres navíos alemanes atacaron los flancos del Mars y lograron realizar un abordaje. Tras un feroz combate hombre a hombre, el barco, en llamas, fue rendido por el almirante, y cuando apenas habían abandonado cien hombres la cubierta del barco sueco, este explotó y se hundió, y con él unos seiscientos suecos y trescientos alemanes. La artillería sueca lograría finalmente rechazar el ataque de los aliados, pero el Mars descansaba ya a 75 metros de profundidad bajo las frías aguas bálticas. Después de aquello la guerra, cruel y extremadamente devastadora, aún se prolongó durante otros seis años.
Pronto corrió la leyenda de que la culpa de que el Mars hubiera dado con sus tablas en el fondo del mar se debía a que una maldición pesaba sobre él, ya que, al parecer, algunos de sus cañones habían sido fabricados, por orden del rey Eric, con el bronce de las campanas de muchas iglesias suecas. Maldito o no, la entidad Ocean Discovery descubrió en 2011 cerca de la isla de Öland un pecio que se correspondía con el gran navío hundido.
Un equipo internacional de más de cuarenta personas sigue trabajando en el Mars, según una estructura de acción que aglutina a la universidad, al sector privado, a la Armada y a la sociedad civil, y se ha logrado documentar de una forma completamente asombrosa los restos que aún se conservan en el fondo del Báltico. Este sistema de documentación les permite reducir al mínimos las inmersiones en las frías aguas marinas y poder trabajar desde los ordenadores analizando los datos que han recogido tras un minucioso escaneado láser multihaz y que ha permitido la reconstrucción total del pecio. Las novedosas técnicas permiten además la impresión 3D de algunos objetos y planificar con precisión su extracción, lo que no deja de ser revolucionario, pues se trabajan con copias fidedignas de los originales que siguen estando en su posición primaria.
Como colofón, os dejo esta gigafoto realizada por Tomasz Stachura tras 20 horas de inmersión, 650 imagenes y 300 de procesamiento y que ha llegado a ser portada de National Geographic, y una galería de fotos.