El fin de los arqueólogos

El que suscribe, que dejó la piqueta hace años porque el sector de la arqueología profesional le parecía que ofrecía unas carencias económicas descomunales y una inestabilidad laboral aterradora, hoy no puede sino volver a lamentarse de la situación de tantos compañeros que siguieron trabajando abnegadamente y contra viento y marea a pie de cata, y aplaudir la determinación de los que, a pesar de la nefasta situación, siguen confiando en las posibilidades de su oficio como forma de vida y sustento.

Nos dice un reciente informe del CSIC, basado en la Segunda encuesta nacional dirigida a empresas de arqueología (2013), que la crisis ha sido brutal para el sector: desaparición del 42% de las empresas, reducción del 66% de personal, el 52,8% de los trabajadores con contratos temporales… Hoy sólo quedan en pie 158 pymes y menos de 1000 arqueólogos, ayudantes, dibujantes, etc. en activo, y me consta por amigos y compañeros que su situación laboral no es buena y que no son pocos los que llevan meses sin cobrar.

Es un sector tan minoritario que es invisible para las políticas de reestructuración públicas, por eso es fundamental que las industrias culturales se impongan como parte elemental del esquema económico nacional y que, dentro de ellas, los sectores minoritarios de la cultura puedan adquirir voz y voto y se hagan notar frente a los dominantes del cine, el teatro o el libro. La consideración de la industrias culturales como bloque laboral y económico dinámico es fundamental. Somos cerca 600 000 trabajadores ―o éramos, antes de la crisis―, y esa debe ser nuestra fuerza. Somos muchos más que los mineros y casi tantos como agricultores, ganaderos y pescadores ―sin pretender con esta comparación más que una simple constatación numérica, no se me malinterprete―, pero aún no somos una rama de actividad homogénea que defienda sus intereses de un modo conjunto. La complejidad es cierta, pues poco parecen tener en común un actor, un músico, un cámara de televisión, un arqueólogo o un museógrafo, pero el reto ya está planteado y las primeras soluciones en marcha. Veremos qué nos depara el futuro.

Fuente: El Mundo

Aquí podéis acercaros a la situación del sector en Europa.

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