He pedido a ChatGPT que me haga el favor de escribir esta entrada del blog. Un post que relacione la novela histórica «El alquimista entre las fuentes» y el real sitio de San Ildefonso a finales del siglo XVIII. Esto es lo que ha escrito la inteligencia artificial:
En el apogeo del siglo XVIII, el Real Sitio de San Ildefonso desplegaba su esplendor y refinamiento. Sus majestuosos jardines, diseñados por René Carlier y otros expertos paisajistas, y sus palacios adornados con detalles rococó, atraían a la alta sociedad y a la corte española. Fue en este magnífico escenario donde se desarrolla la apasionante novela histórica «El alquimista entre las fuentes» de Roberto Losa.
La trama de la novela se entrelaza con la vida de San Ildefonso a fines del siglo XVIII. Santos Aguña, el protagonista, es un investigador astuto y perspicaz que se embarca en una búsqueda incansable: dar con el asesino que acecha en las sombras de la corte. Mientras las fuentes de la alquimia fluyen en la trama, Santos desentraña una red de intrigas, secretos y amoríos cortesanos.
La prosa evocadora de Losa nos transporta a los paseos por los jardines, donde los aristócratas conspiran y comparten sus pensamientos. Las luces y las fuentes se convierten en metáforas del engaño y la verdad oculta que Santos persigue. A través de las páginas, el lector se sumerge en la belleza y el misterio de este lugar histórico.
«El alquimista entre las fuentes» captura el espíritu de una época fascinante en la historia de San Ildefonso. La novela nos invita a explorar los entresijos de la corte, mientras seguimos los pasos de Santos Aguña en su búsqueda de justicia. Una lectura que nos sumerge en un pasado lleno de magia y encanto, donde los sueños de los alquimistas se entrelazan con la realidad de la corte y la caza de un asesino.
Esto me lleva a pensar si dentro de no mucho tiempo los novelistas (cualquier creador, en realidad) serán sustituidos por inteligencias basadas en lenguajes de programación. ¿Serán las máquinas capaces de escribir historias perfectas en función de los éxitos editoriales de los últimos doscientos años? ¿Será tan sencillo como decirle escríbeme una novela sobre la revolución rusa con el estilo literario de Tolstói? Y ellas, las inteligencias artificiales, que serán capaces de analizar millones de datos en un suspiro, que podrán distinguir una buena novela de otra, similitudes en las obras de mayor trascendencia, pautas en los gustos del público actual… escribirán una novela perfecta, una obra que no sabremos distinguir si ha sido escrita por un humano o por un lenguaje de programación.
Tengo ideas contradictorias sobre esta nueva tecnología. Hará la vida más fácil a millones de personas y logrará avances en investigación médica, por ejemplo, que nos hubiera llevado décadas alcanzar. ¿Por qué habría de ser distinto en el campo creativo?
¿Es una novela, un poema, un cuadro, un artículo periodístico… mejor o peor atendiendo exclusivamente a si su autor es un humano o una máquina? ¿Somos dueños exclusivos de eso que llamamos creatividad?
En fin… Vamos a dejarlo aquí por hoy.
(nota: al hilo de este artículo el estupendo poeta José María Barbot me recomendó la lectura de un relato: «El gran dramatizador automático» de Roald Dahl (1953). Y da mucho que pensar, la verdad).
Por cierto, también le dije a otra IA que me crease la imagen de un hombre que pudiera reconocerse como Santos Aguña, el protagonista de El alquimista entre las fuentes. Me dio esto: