Esta semana he estado en un club de lectura.
Es de agradecer que lectores críticos, entusiastas, perspicaces…, en este caso del club de lectura del Barrio Belén (Valladolid), tengan la deferencia de invertir su tiempo en leer y luego en hablar sobre El alquimista entre las fuentes. Y yo, pues qué voy a decir, que encantado de la vida.
Pero me pasa algo muy curioso cuando me invitan a un club de lectura. Por un lado (además del agradecimiento señalado), me gusta hablar con lectores que ya han leído la novela. En una presentación estás vendiendo una historia, aquí estás haciendo el servicio posventa. Hablar sin tapujos de la trama (final incluido) es muy enriquecedor, como lo es descubrir lecturas paralelas a las que yo no había prestado atención, o que algunos miembros del club defiendan con mayor vehemencia que el propio autor algunos pasajes o algunas decisiones.
Pero por otro, siempre acudo algo acojonado, a qué mentir. Ante buenos lectores habituados a inmiscuirse en los vericuetos más oscuros de la narrativa, siempre me asalta la duda de su la obra o yo mismo aguantaremos el embate con cierta elegancia. Además no todos son habituales de la novela histórica o de la novela negra histórica, y eso hace que sus puntos de vista sean aún más inspiradores.
En este caso, con los amigos del vallisoletano Barrio Belén todo fue como la seda, y yo por mi parte he extraído algunas conclusiones que pienso aplicar en mi próxima novela.
Ya sabes, si participas en un club de lectura y quieres que os acompañe un día, solo tienes que decirlo.