Series históricas y el blanqueado de la Historia

Los apasionados de la Historia estamos de enhorabuena. Últimamente no dejan de producirse series históricas como nunca antes habíamos visto, casi desaforadamente. Eso está muy bien. Es fantástico. Lo que no lo es tanto es que se sacrifique el rigor histórico en favor de una pretendida necesidad de espectáculo visual…

Guionistas, productores, directores del mundo, os voy a decir una cosa: no sois especiales. Más aún, cualquier esfuerzo por crear una ficción de carácter historicista, de pretender ser originales, de creer que con ello «mejoráis» la Historia… es un esfuerzo estéril. La Historia ya lo tiene todo, y no hay nada que podáis crear que pueda superarlo.

Podéis buscar nuevos lenguajes visuales, argumentos sorprendentes, personajes maravillosamente trabajados…, todo eso os lo vamos a agradecer enormemente los espectadores, yo el primero (de hecho, siento una enorme simpatía por Marie Antoinette, de Sofia Coppola), pero los que creemos que la Historia con mayúsculas lo tiene todo escrito y que solo hay que rebuscar entre sus páginas, no aceptamos ciertas cosas. No se me acuse de purista, que no lo soy. Perfectamente puedo perdonar que en El Cid (2021) aparezca un arma como la ballesta de estribo que es cien años posterior (es casi como si durante la guerra de Independencia nuestros guerrilleros fueran armados con un Mauser). Lo puedo dejar pasar y centrarme en la trama sin ningún remordimiento, porque entiendo que, aunque podía haberse utilizado en la escena un simple arco, es una cuestión que no es demasiado relevante para un espectador. Otra cosa es esa doña Urraca convertida en envenenadora de su padre… (madre mía).

Pero, claro, me animo a ver una serie ambientada en el Londres de comienzos del siglo XIX titulada Los Bridgerton y se me caen los ojos al suelo…

Los Bridgerton, un exceso de ficción

Ya había apreciado algunos detalles en el vestuario un poco raros; no me molestaban. Ni que los violines tocasen versiones de Ariadna Grande, ni que las cantantes parecieran cabareteras propias de Toulouse Lautrec. De nuevo, todo eso lo puedo dejar pasar si el argumento es convincente. Incluso que el papel de la reina Carlota lo interprete audazmente una actriz negra (hay en la historiografía ciertos rumores no confirmados sobre su origen africano). Pero que el protagonista sea un duque negro es simplemente inaudito.

Alega el círculo de los creadores de Los Bridgerton que se trata de una llamada de atención sobre la supremacía blanca tradicional en el mundo audiovisual, lo que es indudablemente cierto, pero de ahí a que hubiera aristócratas negros en la Inglaterra de las guerras Napoleónicas…

No es una simple cuestión estética o de rigor histórico, es mucho más grave. Cuando se «innova» de tal modo, lo que se está haciendo no es otra cosa que negar una realidad, blanquear la Historia, ocultar los siglos de subordinación de los negros ante los europeos y sus ramificaciones, véase Estados Unidos. Lo que se está consiguiendo es que un espectador sin conocimientos de Historia asuma que la integración racial es algo normalizado desde hace mucho tiempo; que un proceso que aún no ha concluido ya era natural hace doscientos años. Eso es lo peligroso. Por querer ser original se niega la esencia más profunda de las injusticias de la Historia. Se niega el racismo. ¿A alguien se le ocurría inventar a un personaje judío que fuera oficial de las SS y cercano a Hitler? Eso sería tanto como restar importancia a la muerte de millones de personas.

Señores creadores, no seré yo, que amo la ficción y escribo novela histórica, quien señale con el dedo incorreciones y ciertas licencias creativas, pero sí lo haré insistentemente cuando aquellas supongan el menoscabo de la lucha de millones de personas por lograr de una vez por todas la igualdad efectiva.

Os habéis equivocado. Mucho.

PD: Por si no lo habías visto, en este enlace puedes ver una crítica (constructiva) de la serie de Netflix Bárbaros.

Comparte el artículo en...

Facebook
Twitter
Email
WhatsApp
LinkedIn